domingo, 13 de agosto de 2017

No somos conscientes.

 Si hay algo peor en esta vida que la propia muerte, eso es la muerte de un ser querido. Y es que cuando uno lo sufre, tiene que esforzarse y seguir al ritmo del resto del mundo cuando su propio mundo se ha parado en un instante. 
 A veces no nos damos cuenta.
 A veces no somos conscientes de que la vida es un regalo. Mejor dicho, es el regalo. 
 De que cada día, y en cualquier parte del mundo hay alguien luchando por vivir. 
 De que cada noche alguien se acuesta con el miedo de no despertar, y de que cada mañana alguien se despierta con el miedo de dormir para siempre. De su último amanecer. 
 Porque sí, cada momento puede ser el último. Y no, no somos conscientes.  
 Eso de que la vida son dos días suena a tópico; pero es que vivas lo que vivas va a pasar rápido y hay que disfrutar, pues de todos los poderes que tenemos los seres humanos sobre el mundo, saber cuando se va a acabar todo y por qué, no es uno de ellos. 
 Todos vivimos bajo el mismo sol y estamos igual de condenados a que un día llegue algo o alguien que nos arrebate la vida, de golpe o lentamente, y entonces lamentarse de no haber vivido intensamente no servirá de nada. 
 Desde luego, si hay una frase que me marcó al escucharla hace poco fue ésta: "No sé si hay vida después de la muerte, no me importa. Lo que sí sé es que hay vida antes de ella."
 Empecemos a ser conscientes. 



                                                 See you, Ol.